Visiones de expertos sobre lo que ocurre en la Argentina:

Visión 1: JOSEPH STIGLITZ - Premio Nobel de Economía en el año 2001 Joseph Stiglitz, es profesor en la Universidad de Columbia, dirigió el Consejo de Asesores Económicos del ex presidente estadounidense Bill Clinton y fue vicepresidente del Banco Mundial.Autor del libro: La Globalización y sus miserias.

 

ELPAIS.ES EDICIÓN IMPRESA - opinión

La recuperación argentina |JOSEPH STIGLITZ
Joseph E. Stiglitz es catedrático de Economía y Finanzas en la Universidad de Columbia, ganador del Premio Nobel de Economía de 2001 y autor de La globalización y sus miserias. © Project Syndicate. 2002.

Se pueden ver los primeros indicios de la recuperación de Argentina. Para muchos, lo que sucedió y lo que está sucediendo en ese país es un misterio. Se suponía que abandonar la 'convertibilidad', o sea, un sistema de tipos de cambio fijos, iba a ser un desastre, y lo fue.
La producción cayó y el desempleo aumentó drásticamente. El temor a estos costes, combinado con las ayudas del Fondo Monetario Internacional (FMI), impidió a Argentina abandonar su plan de conversión hasta mucho después de que hubiera quedado claro que el sistema no podía mantenerse.
Esta obstinación empeoró las cosas cuando todo se desmoronó.
Pero lo que mantuvo a Argentina unida a un sistema que no podía funcionar fue fundamentalmente el miedo a la hiperinflación. Cuando preguntaba a la gente, durante mis visitas a Buenos Aires, por qué Argentina insistía en este desatino económico, me daban una única respuesta: 'Sí, cuando Brasil abandonó el cambio fijo, su inflación permaneció moderada; pero Brasil es Brasil, y nosotros somos Argentina'.
Había casi orgullo en la falta de confianza que el pueblo tenía en sus instituciones y en su capacidad para administrar sin los grilletes de la convertibilidad. Hasta el momento, la temida hiperinflación no se ha materializado. Naturalmente, se ha producido la inflación normal asociada a los fuertes aumentos en los precios de las importaciones que siempre siguen a las grandes devaluaciones, pero en vez de desencadenar una espiral de subidas de los precios, parece que los tasas de inflación aminoran.
Argentina parece dispuesta a unirse a la larga lista de países -Brasil, Corea, Rusia, Tailandia e Indonesia- que controlaron las devaluaciones sin que se disparase la inflación. Para un economista, la recuperación de Argentina no es ninguna sorpresa. La devaluación estimula varias fuerzas restauradoras. Las exportaciones son más baratas, y los ingresos derivados de las exportaciones (medidos en pesos) han aumentado espectacularmente. El turismo y las industrias relacionadas están en pleno auge. La sustitución de las importaciones salta a la vista: una tienda de ropa que el año pasado sólo vendía prendas importadas, ahora vende exclusivamente bienes de producción nacional. Al igual que en Asia oriental después de su crisis en 1998, lo que inhibe a estas fuerzas restauradoras es la falta de crédito. Se suponía que la propiedad extranjera de los bancos acudiría al rescate de sus filiales argentinas si éstas necesitaban dinero. Y que los depósitos en las sucursales de bancos estadounidenses en Buenos Aires estarían tan seguros como los depósitos en Miami. Desgraciadamente, los depositarios se encontraron con todo lo contrario. Por otro lado, los bancos extranjeros siempre se quedaban cortos a la hora de garantizar una oferta adecuada de crédito a las pequeñas y medianas empresas argentinas. Esta falta de crédito ahogó el cre cimiento, lo que contribuyó a los males económicos del país; y ahora el crédito prácticamente se ha secado. Naturalmente, algunos bancos nacionales continúan ofreciendo créditos. Pero para sostener la recuperación, se tiene que aumentar el crédito, bien creando nuevas instituciones financieras o ampliando las que ya hay. En este sentido, las cooperativas de crédito pueden resultar especialmente importantes, si tenemos en cuenta la aparente falta de confianza en el sector bancario más tradicional. También hay que reanimar urgentemente el crédito comercial: su importancia se reconoció a principios de la crisis del Asia oriental, donde Japón, haciendo un gesto de buen vecino, proporcionó a través de la iniciativa Miyazawa 30.000 millones de dólares, gran parte de los cuales se destinó a financiar el crédito comercial y a ayudar a reactivar la economía. La cuestión es sencilla: los verdaderos recursos de Argentina -su gente, con su enorme talento y capacidad, su ti erra fértil, sus bienes capitales- siguen ahí.

Lo que la economía necesita es una reactivación, y la política del Gobierno debe centrarse en esta tarea. Si el sector privado no puede mejorar la disponibilidad de crédito por sí solo, y ningún buen vecino da un paso para echarle una mano, como hizo Japón en el Asia oriental, el Gobierno debe desempeñar un papel más activo a la hora de reestructurar las instituciones de crédito existentes y también crear algunas nuevas. ¿Creará unos niveles peligrosos de inflación la participación del Gobierno en la provisión de créditos? Dirigir el crédito para aumentar la oferta de mercancías no tiene por qué disparar la inflación; por el contrario, el aumento de la oferta de artículos de producción nacional podría ser un instrumento eficaz para combatirla. Una contabilidad congruente, en la que se separen los gastos para recapitalizar a los bancos de los gastos ordinarios, como los que se necesitan para dirigir hospitales y col egios, dejaría claro que estos gastos no son en sí inflacionarios. Lo único que podría resultar inflacionario es la necesaria expansión del crédito que esos gastos permiten.

En una economía con enormes problemas, en la que los recursos están infrautilizados y aquejada de una falta masiva de crédito, una modesta expansión de éste no llevaría de hecho a un aumento de la inflación. Si centramos la atención en la reactivación, queda claro por qué los créditos del FMI están mal encaminados. Estos créditos se emplearán para devolver el dinero al FMI, no para reactivar la economía. Supuestamente, el crédito del FMI 'restaurará la confianza' en la economía, pero el que lo haga depende de las condiciones que se impongan. Si el FMI impone una contracción fiscal o una estrategia mal encaminada para reestructurar el sector financiero (como hizo en Indonesia), entonces la economía se verá debilitada y esto desembocará en una erosión adicional de la confianza.
Si, por el contrario, el crédito del FMI se obtiene según unas condiciones razonables, su contribución será positiva. Pero no será una panacea. De hecho, el crédito del FMI no servirá de mucho a la hora de resolver los problemas económicos claves, excepto en la medida en que libere dinero de otras fuentes internacionales y esos fondos se empleen para reactivar la economía.


La comunidad internacional puede ayudar a Argentina abriendo sus puertas a las mercancías de ese país, tomándose la retórica del libre comercio en serio y reconociendo que el comercio puede ser un instrumento importante no sólo para el crecimiento a largo plazo, sino también para la recuperación económica. Las exportaciones contribuirán a reactivar la economía argentina, mientras que los consumidores de Europa y EE UU se beneficiarán de unos productos de buena calidad a precios más bajos. Esta es una forma de hacer que la globalización funcione en beneficio de los necesitados. http://www.elpais.es/articulo.html?xref=20020920elpepiopi_7&type=Tes&anchor=elpepiopi&d_date=20020920


Visión 2: Hans Tietmeyer, ex presidente del Bundesbank de la República Federal de Alemania, desde 1993 al año 1999, durante el gobierno de Helmut Khol y uno de los artífices de la llamada construcción europea.

"Peu après avoir obtenu son doctorat en sciences économiques, Hans Tietmeyer engage en 1962 une brillante carrière au sein du ministère fédéral allemand de l'économie, puis du ministère des finances. Les responsabilités qui lui sont confiées lui permettent d'aborder les thèmes de la politique économique, de la construction européenne, de la politique financière et de la politique monétaire internationale. Nommé au conseil de la Bundesbank en 1990, il en devient président en 1993, jusqu'à son départ en retraite, en octobre 1999." Véase: http://www.media9.dauphine.fr/virtuel/video/conferences/TxtHanz.htm )

"La importancia de Argentina para Latinoamérica es insignificante", dijo Tietmeyer
El futuro de Latinoamérica depende sólo de la situación económica y política de Brasil y México y no de Argentina, cuya importancia es insignificante, dijo el ex presidente del Bundesbank, Hans Tietmeyer, al diario "Die Welt"


Visión 3: Joseph Tulchin, académico del The Woodrow Wilson International Center .
Autor de: La Argentina y los Estados Unidos, Historia de una desconfianza, entre otros trabajos relacionados con Argentina y latinoamérica.

Nota "Es un país sin reglas, como antes de la guerra" sección Política | fecha de publicación 22.09.2002 La visión de Joseph Tulchin sobre la Argentina "Es un país sin reglas, como antes de la guerra"

El académico del Wilson Center dice que se retrocedió a 1982. El experto, que la semana próxima visitará Buenos Aires, opinó que la crisis sólo se superará con una renovación de dirigentes "Los políticos son una corporación", sostuvo.
WASHINGTON.- "Se ha vuelto a la Argentina anterior a la de la Guerra de Malvinas, en la cual no había reglas previsibles. No ha dejado de ser confiable como país sino como gobierno", dice Joseph Tulchin, director del programa para América latina del Woodrow Wilson Center, un prestigioso foro de debate de Washington sobre políticas públicas.
La crisis institucional, económica y financiera de la Argentina fue un tema de debate en los primeros meses de este año en los centros de pensamiento de la capital norteamericana. Luego de una pausa, y con las elecciones a la vista, la cuestión argentina vuelve a ganar terreno.
Tulchin, uno de los especialistas sobre la Argentina más reconocidos de esta ciudad, estará en Buenos Aires esta semana para participar en un seminario sobre políticas de seguridad en la Universidad de San Andrés. "Va a tardar mucho para que se termine la sensación de incertidumbre en la Argentina. El problema es que hay una generación política que se ha convertido en una corporación y no en representantes del pueblo", suelta el historiador norteamericano en una entrevista con LA NACION.
El problema en la Argentina, considera Tulchin, "es en primer término el de los individuos que no quieren dejar el poder y que están dispuestos a hacer cualquier cosa, violando y burlando la ley, para mantenerse en sus puestos. Por eso es muy difícil, si no imposible, que logren consenso para gobernar". Según el ex profesor de historia de las universidades de North Carolina y Yale "hay una especie de atasco entre las fuerzas políticas, que no es ideológico. Es un país con amplio consenso de sus objetivos políticos internacionales, pero sin capacidad táctica para lograrlo".
Esa situación "será difícil de romper porque el fundamento no es ideológico sino de interés político. Por eso Carrió (Elisa) y Zamora (Luis) piden que se vayan todos, pero ellos han participado y forman parte de la misma corporación. Muchos políticos entienden el problema, analizan el proceso, pero son incapaces de romperlo".
-¿Cuáles son las barreras que lo impiden?
-Cuando uno está encerrado en un corralito político es un juego de suma cero. Si se piensa que todo es "yo gano y tú pierdes", no hay manera de hacer lo que aquí hacen los políticos para que cada uno gane un poco. En la Argentina los políticos piensan que no pueden dejar que el otro gane porque si eso ocurre ellos pierden todo. Hay que esperar -destaca- una nueva generación que en primer término sean honestos y que sean capaces de establecer un diálogo con la ciudadanía. Y que la ciudadanía encuentre formas de expresarse y crear los mecanismos de control, no los piqueteros o las asambleas barriales que no quieren hablar con los políticos.
La Argentina, considera, no está a contramano del mundo. "Ha bajado del tren; está afuera del tren peleando entre sí. Tienen que volver a subir, pero cuando lo hagan van a subir en otro vagón." Tulchin entiende que la relación con los Estados Unidos "es fundamental pero no única".
La Argentina -dice- "tiene que pensar en su participación en el mundo, y si esto significa aliarse con Estados Unidos, fantástico. Si es estar cerca de la Unión Europea, igual. Pero tiene que definirlo. Fundamentar su política del exterior como lo hizo durante 70 años para estar en contra de Estados Unidos es un error. Menem quiso romper eso y lo logró, y no creo que nadie quiera volver a la política de Yrigoyen o de Perón".
Tulchin piensa que la Argentina "ha dejado de ser confiable no como país, sino como gobierno" y que se ha vuelto "a la situación previa a la Guerra de las Malvinas (1982), cuando no había reglas previsibles. Ese es el problema. No es que la Argentina no es confiable, el problema es que las reglas de juego no se ven. ¿Vas a poner tu dinero en el banco? ¿Quién determina si lo puedes sacar y en qué moneda? El gobierno. Pero el gobierno está formado por tipos a los que sólo les interesa mantenerse en el poder. Hay que romper ese círculo. Durante toda una década, con Menem, había ciertas reglas previsibles pero, mientras, él violaba otras reglas. Ayudó un poco, pero no del todo". Por Jorge Rosales Corresponsal en EE.UU. http://www.lanacion.com.ar/02/09/22/dp_433821.asp
LA NACION | 22/09/2002 | Página 15 | Política


Visión 4:

La Nación:

Domingo 27 de octubre de 2002

La entrevista: Alain Touraine "La Argentina nunca se constituyó como sociedad" http://www.lanacion.com.ar/suples/enfoques/0244/sz_444000.asp

Por Jorge Urien Berri De la Redacción de LA NACION
"El sociólogo francés considera que las reacciones populares ante la crisis terminaron automarginando a la gente Era enero y la crisis argentina se ahondaba, cuando los cables de las agencias de noticias trajeron desde París un par de frases que esbozaban un diagnóstico con la fuerza de un látigo.
Alain Touraine decía que el único papel importante de nuestro sistema político es "ser el centro de la corrupción" y que nuestro país "no existe. Como país y como sistema político ha muerto". Pero al mismo tiempo el sociólogo también había agregado que la Argentina "tiene futuro".
Nueve meses después, en la confitería de un hotel de Barrio Norte, apenas molesto por una bronquitis pertinaz, Touraine explica: "Lo que dije fue: `Los argentinos existen; la Argentina, no´." A partir de ahí surgen los otros temas como un complemento de esa frase que los contiene.
El intelectual, de 77 años, que nos visitó "diez o doce veces desde 1956, cuando vine a conocer el Instituto de Sociología de mi amigo Gino Germani", habla sin apuro en un español bastante bueno. Su esposa, Adriana Arenas, ya fallecida, era chilena. Se casaron en Chile en 1957.
"En las vacaciones viajábamos a Chile para que nuestros hijos estuvieran con sus abuelos, así que durante unos años no tuve veranos." Como presidente de la Asociación de Investigación y Estudios sobre los Archivos de América Latina, Touraine participó en las Jornadas sobre Archivos de las Dictaduras Latinoamericanas, organizadas por la Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires.
Allí se estableció que, así como "el plan sistemático de represión fue concebido a escala regional", las instituciones de los países del Cono Sur deben coordinar esfuerzos "para la búsqueda y apertura de nuevas fuentes documentales y la formulación de políticas públicas de preservación de la memoria colectiva".
Y la memoria y los derechos humanos resultan centrales en la reflexión de Touraine sobre la Argentina. "Un país con la sensibilidad que existe aquí por el tema de los derechos humanos, de los desaparecidos, de la memoria, no puede ser un país malo, porque aquí hay cien veces más sensibilidad sobre esos problemas que en otras naciones.
La Argentina es el país de la memoria. Además, los argentinos tienen un nivel cultural y de invención que impresiona."
-¿Qué es lo que no funciona?-
-La Argentina como sistema funciona mal.

-¿Desde cuándo?-

-Funciona mal desde la década del 30. Era un país exportador y la plata se acumulaba, y si había algún peligro se llamaba al Ejército. Existía una oligarquía de excepcional calidad, culta, laica, pero nadie se ocupó de la producción, tal vez con la excepción de Frondizi. Recuerde que incluso Martínez de Hoz lo que hizo fue volver a la tierra. Hasta los grandes industriales invertían en tierras. Es un país que vivió fascinado con la pampa, con la riqueza de la tierra, y no creó un sector moderno.
-Brasil sí. -
En Brasil también hubo un desarrollo estatal. En la Argentina hubo un mejor nivel de vida que en Francia y Gran Bretaña. Tenía de todo, pero no hubo capacidad para generar programas de largo plazo. También se dio una crítica de altísimo nivel. Fue uno de los países en el que la teoría crítica se desarrolló en una de las formas más extremas. Creo que parte de la dificultad constante para construir el futuro es este pensamiento hipercrítico. La capacidad de crear e imaginar se perdió, pero ahora por fin existe una idea que parece ser aceptada: la democracia.
Me interesa la aparición en estos países de nuevas formas de democratización.

-Las encuestas muestran el descreimiento de la gente, no en la democracia, pero sí en los partidos políticos y en muchas de las principales instituciones. ¿No tenemos una democracia formal, donde se ejerce el voto pero poco cambia?

-No es algo exclusivo de la Argentina. Es mundial. En Francia, los jóvenes no votaron. -Pero Francia no tiene los problemas que tenemos nosotros. -En 1848 hubo un rechazo de la democracia a la francesa o a la norteamericana y empezó a imponerse la cuestión social y obrera, con violencia. Y en cien años ese espíritu revolucionario se transformó en socialdemocracia, Estado de bienestar, justicia social, redistribución. Todo esto se agotó porque cuesta mucho y perdió fuerza durante el dominio de la idea de la globalización, que para mí también ha muerto.

-Antes de ir a la globalización, ¿cómo mejorar la democracia?

-Primero, con menos desigualdad. Hay tres ejemplos. El zapatismo, que fracasó, pero fue importante porque eligió el camino democrático. Yo soy profundamente democrático y nunca estuve con la guerrilla. Luego, la victoria de Lula en Brasil, en democracia. Y el tercer ejemplo lo veo en la conciencia que existe en la Argentina sobre los derechos humanos.
-¿Por qué?
-Porque la forma moderna de la democracia básicamente es personalista. Se trata del valor del individuo. La tarea central de la democracia es defender al individuo, y los que defienden los derechos humanos defienden una historia de vida, un rostro, un pensamiento. El progresismo es hablar de lo individual, no de lo colectivo.
-Usted ha rescatado el papel de la mujer.
-El papel central pertenece a la mujer. Ella fue creada como una categoría inferior, fue definida como una categoría inferior: lo débil, lo limitado a la vida privada. Pero la mujer rechaza la opresión y quiere sintetizar, quiere reconstruir lo público con lo privado. Nuestro modelo de desarrollo europeo fue de polarización: activo-pasivo, público-privado, rico-pobre. Esta visión desaparece. Nuestro problema es ser dinámicos sin caer en el caos, y en esto el papel importante es el de la mujer.

-Hablaba usted del individuo. ¿Qué ocurre cuando la crisis económica va excluyendo del sistema cada vez a más individuos?

-Lo que usted dice significa que hoy el problema central no es una oposición entre la gente de arriba y la de abajo.


-No, porque los de arriba y los de abajo están adentro. En cambio, los excluidos están afuera, se cayeron.

-Sí. Nuestro sistema se caracteriza por la exclusión, que no sólo es desempleo, sino también destrucción de la personalidad. El problema fundamental de la democracia es la defensa del individuo y la lucha contra la exclusión. En Estados Unidos y en Europa los excluidos son entre el 10 y el 15 por ciento. La Argentina tuvo esos niveles, hasta que la exclusión empezó a crecer. El sistema de exclusión masiva de la Argentina debe ser único en el mundo.

-Y al mismo tiempo crece el escepticismo respecto de las instituciones.

-Por eso creo que la Argentina, como sistema político, es un país en peligro. Un país no puede vivir lo que se vivió aquí en estos dos años sin pasar por una crisis de legitimidad. No hay legitimidad real.
-¿Del gobierno actual?

-Del de De la Rúa, porque se fue, y de éste, que no tiene legitimidad para afrontar los grandes problemas. Nadie puede pensar que una crisis tan profunda no crea el peligro de ruptura política, social y económica. Lo que sí creo que no existe es el peligro de un golpe militar.

-¿Qué piensa de las reacciones populares que generó la crisis?

-Son antipolíticas, y eso no ayuda. No representan una alternativa y así permiten mantener la dominación de dirigentes sin necesidad de represión, porque la gente se automargina. Pero en la crisis observo elementos, como el de los derechos humanos, que sirven para la creación de nuevos desarrollos democráticos. Existe un espíritu democrático.
- ¿Las crisis generan soluciones?

-Las crisis sólo generan crisis. Es una ilusión optimista pensar que durante las crisis se crean propuestas para resolver las crisis. Es dramático.

-¿Cómo salir? -

Si conociera la respuesta, la vendería (se ríe) . Hay tres factores para salir. Ya mencioné la memoria y los derechos humanos. El segundo punto es el más difícil en América latina: se necesitan instituciones políticas y judiciales que resuelvan conflictos. Y tercero, una clase dirigente que antes que nada sea trabajadora y generadora de riqueza. Esta clase dirigente no es característica de la Argentina.

-Fíjese que quedan muy pocos grandes industriales argentinos. La mayoría vendió sus empresas.

- (Riendo.) Si usted es muy rico, ¿para qué va a trabajar? - En otros países no vendieron casi todas sus empresas. -Aquí la oligarquía fue fantástica, pero fue muy rica demasiado rápido. Este país recibió las cosas desde afuera. Comparto el espíritu cordobés, de conquista de la frontera. La inmigración fue importante, pero pocos recuerdan que el 30 por ciento de los inmigrantes regresaron a sus países de origen. Este país no se constituyó como sociedad. No tuvo factores integradores, como lo es la guerra. Un país inmenso, nuevo y viejo al mismo tiempo -viejo por la inmigración-, un país sin gran necesidad de trabajar para los ricos, y un país difícil para los pobres. Aunque aquí todavía hay ventajas sociales que no existen en Chile, por ejemplo.

- ¿Por qué desaparece la gravitación de los intelectuales en América latina, y especialmente en la Argentina?

-No sólo aquí. -Aquí es más palpable. -El papel de los intelectuales disminuyó porque defendieron una crítica extrema y autodestructiva que no permitía construir. Creo, en general, que también influyó la autonomía de la vida económica internacional. Sin embargo, México y la Argentina producen ideas. Y a pesar de eso éste es el continente de la educación. La Argentina, Chile, Uruguay. Uruguay es quizás el país que más pensó el problema de la educación. Por Jorge Urien Berri De la Redacción de LA NACION

El fin de la globalización Para Alain Touraine, "la globalización, como ideología, ha muerto". Tras la Segunda Guerra Mundial, dice el sociólogo, "se crearon modelos de desarrollo fijados por el Estado. Finalmente, eso desapareció en veinte años y se hizo dominante la idea de liberar a la economía de los controles. Pero eso era pura ideología". -¿Por qué?

-Porque se decía que el Estado no contaba más, y eran tonterías. Todos los economistas saben bien que los factores no económicos, como la educación y el funcionamiento del Estado, son más importantes que los económicos. Ahora estamos redescubriendo la importancia de esos factores. Hasta en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) dicen que los factores culturales y sociales son fundamentales. Michael Camdessus ha dicho que lo más importante es fortalecer al Estado.

-¿Cómo se impuso la idea de la globalización?

-Fue más difundida por la izquierda extrema. Se habló del pensamiento único, que todos somos dominados por el mismo centro económico. Hay algo de cierto, pero no todo. En 1997, en Francia, llegaron los socialistas y, bien o mal, hubo cambios. Esto no significa que no haya una integración creciente del mundo en tiempo real. El mundo es más chico ahora, sí, pero no puede decirse que sólo existe lo global o lo local. También existe lo nacional y lo regional. En Francia, el cincuenta por ciento del PBI es del Estado. Entonces, allí el Estado es importante.

-¿Influye ahora el papel belicista del gobierno norteamericano?

-La lógica economicista que hubo con Clinton fue reemplazada por una lógica de guerra. Creo que a los norteamericanos les interesa menos un mundo integrado.

-Supongo que no le gustó Imperio , de Toni Negri y Michael Hardt.

-Mi juicio sobre ese libro es negativo. Lo que hacen es ubicarse en el mismo nivel que el adversario. Existe una vieja tradición de pensar en términos de sistema mundial, y esto lleva a una nueva etapa de extrema ideologización.

- Y también a la sensación de que nada se puede contra tanto poder.

-Sí, ideas como la de la globalización llevan a eso, a la impresión de que no podemos hacer nada. Y podemos hacer mucho. Y podemos decidir nuestro futuro. Creo que ustedes entrarán en la zona de libre comercio del ALCA, lo cual no significa que el modelo de Estados Unidos se imponga en el Sur. Depende de ustedes establecer qué tipo de sociedad y de educación quieren. (1)

(1) La Nación, Domingo 27 de octubre de 2002, Enfoques, La Nación, Sección 7, pág. 5.


 

Perfil: Alain Touraine tiene 77 años.
Nació en Hermanville-sur-Mer, Francia.

Es director de Estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (Ehess), y fundador y miembro del Centro de Análisis y de Intervención Sociológicos (CADIS), en París.

Entre su abundante producción se encuentran: Sociedades dependientes, Crítica de la modernidad, La sociedad posindustrial, Introducción a la sociología, Sociología de la acción y ¿Cómo salir del liberalismo?

El sociólogo afirmó en 1977: "Escribo para aclarar mis ideas, mis proyectos, mis esperanzas actuales (...), para soportar el choque con ideologías intolerantes y la lentitud de mi propia formación (...), para no encerrarme más en el silencio (...). Porque espero que mañana mismo la sociedad en la que vivo habrá de sacudir los viejos privilegios, las antiguas categorías, los poderes envejecidos (...)".

Admirador de Baudelaire y Rimbaud, recibió una educación clásica. "Cuando me dicen que me formé en una escuela burguesa -escribió-, contesto que es cierto, pero más aún, es una formación libresca y gracias a esta educación he logrado sobrevivir a esa vida patológica de los seminaristas de universidad."

Hoy, Touraine viajará a Asunción, Paraguay, a dictar cuatro conferencias, en las que hablará sobre "el impacto Lula" y el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). También hablará sobre la necesidad de preservar los archivos de la represión, hallados en Paraguay, que permitieron descubrir el Operativo Cóndor." (1)

(1) La Nación, Domingo 27 de octubre de 2002, Enfoques, La Nación, Sección 7, pág. 5.


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