Anotaciones durante mi inmigración, de Suiza a la República Argentina, por Roberto Zehnder, colonizador.

El 26 de octubre del año 1855 abandonamos Basilea, adonde hemos llegado antes del mediodía en omnibus. (N. Del A. Probablemente sea algún tipo de diligencia que lo llevaba desde su pueblo de origen hasta una ciudad importante como lo es Basilea), y nos alojamos en una hostería de nombre "El Buey colorado".

Tomamos en Klein Basel el tren y así comenzó el viaje a lo largo de la ribera del Rin hasta Manheim, donde llegamos a la tarde y pasamos la noche en una hostería. El 27 de octubre al amanecer tomamos un barco a vapor y así fue corriente abajo, bien y alegre. En algunas piezas de la hostería se asociaron varias familias alemanas, para emigrar con nosotros, conseguimos compañía dos empleados de la "Casa Beck y Herzog" en Basel, llegando ya muy tarde a Köln (Colonia). A la mañana temprano del día 28 dejamos a Köln por tren pasando por Beljica (sic) y Mochel-Lille, el 29 antes del mediodía hasta Dunkerche (sic) permaneciendo mas o menos durante 30 horas de viaje en tren.

En Dunkerche nos alojamos, primero en un cuartel militar, en el cual quedabamos solo pocas horas, debido al mal estar del edificio, protestamos ante nuestro acompañante, "Z. Augusto Cliallay?" su contructor" sobre el mismo agente Van Duvest (N. Del A: Vanderest) se quejaba, y debido a eso la misma tarde conseguimos buen alojamiento, a nuestra llegada a Dunkerje se encontraron algunas familias, Belgas, Francesas y Croatas, las que también tenían el mismo programa de viaje que nosotros. Sí bien fuimos alojados todos en un gran salón parecido a un casino, las hospitalidad fue suculenta, nos dieron cerveza o vino, a gusto de cada uno.

Uno de nuestros acompañantes, regresó desde Dunkerchen de vuelta a Basel, el señor Gründlach quedó con nosotros.

El 7 de noviembre nos embarcamos a bordo del buque ingles Kyle Bristol, nos acomodamos bien, y el 9 de noviembre a las 10 horas, abandonamos el puerto y la ciudad que en esta mañana en honor a nuestra despedida, se vistió de blanco, pues cayó en la noche abundante nieve, que desde entonces no he visto más.

Nuestro viaje fue de 8 a 10 días muy cómodo, uno se acostumbra a todo. El alojamiento era suficiente, algo mejor hubiera podido ser. De mañana con el café sirvieron galletas duras como piedra, eran de harina de centeno, biscochuelos untado con manteca y azúcar amarilla, a mediodía sopa con arroz y carne salada con papas, de noche sopa con arroz. Algunos días hubo carne de vacunos, después carne de cerdos salada que ya el día antes había que poner al remojo, antes de cocinar sino no se podía comer.

Nuestros compañeros de viaje se componían de las siguientes familias: Dominito? Zehnder, y Ulrich Rey con señora y hermana, J. Rot Keller, Lukas Meyer, y R. Zehnder, Yafer Schneider y Jakob Obrist con familia, Juan Erni, Andres Senn, 2 familias, Cristian Gadiente, todos suizos, Mijael Michel, Wendel Gietz y Neubauer Rikauf de Frankfurt, Ednad Mahim, Francois Ransso, y Belgas, Chanod Frong, suizos Fleuret, Bürnuz? Sarogarden. Todos juntos unas 150 personas, de las cuales durante el viaje murieron 5-6 niños, los adultos resistieron bien. El viaje fue despacio pero nos entreteníamos, los más jóvenes cantaron cantos de su patria y así fue todo bien. Tormentas no noas molestaron, más bien había poco viento. Cómico encontramos aquel viaje, del intenso frío a la gran calor; nieve en Dunkerchen y tres semanas después la gran calor africana. Viajar en barco a vapor era en aquel entonces un milagro, solo hemos visto durante nuestro viaje en alta mar que duraba tres meses, dos o tres barcos. Mientras empezaba a escasear el agua para tomar, cambió de curso el capitán rumbo a Río de Janeiro, donde llegamos el día del año nuevo 1856.

Varios de nuestros compañeros de viaje se dedicaban a leer o escribir junto con cinco chicas. En la ciudad encontramos por todo gente que hablaban el alemán y nos recibieron muy bien.

A la tarde vino una fuerte tormenta, que no nos permitió volver a borde, esta noche quedamos en Río, donde fuimos recibidos por una familia de Frankfurt, de nombre Konrad Zimmer quienes nos alojaron esta noche. Al día siguiente después de la tormenta de viento y lluvia. Volvimos a bordo de nuestro barco, que estaba anclado aún durante media hora. Después que nuestros depósitos fueron provisto de mercadería fresca, navegaron de nuevo en alta mar con dos pasajeros alemanes que viajaron de Río a Buenos Aires. Nuestro capitán cambió su Stevard inglés, y en Río contrató a otro un alemán.

Así siguió nuestro viaje sin tropiezos de importancia hasta llegar el 15 de Enero en las aguas amarillas del Río de la Plata, desde ya fue visible Montevideo. Luego llegó un piloto a bordo y continuó el viaje por el río amarillo, si bien ya la primera noche hubo mucha marejada, y era menester desviar un barco con otro con mucho cuidado.

Al día siguiente seguimos navegando para llegar a la tarde 18-20 a Buenos Aires. Debido a que teníamos que pasar (sic) en Río de Janeiro hemos perdido tres semana, por eso el buque "Lord Reglan" (N. Del A.: Lord Raglan) salió dias después que nosotros en Dunkerche, llegó 4 ó 5 días antes a Buenos Aires que nosotros.

Algunos días quedamos todavía en nuestro barco "Kyle Bristol", en donde fuimos recibidos a bordo por Aarón Castellanos y familias, también han traído carne fresca a bordo. Después fuimos trasladados a un barco más chico y seguíamos Rio abajo.

La mitad de los pasajeros del "Lord Ranglan" fue trasladado en un barco a vapor chico a Santa Fé y alojados al norte de la ciudad; mientras la otra mitad abandonaba el puerto de Buenos Aires tres días antes de nosotros y llegaron al puerto de Santa Fé al mismo minuto para anclar. En el barco se encontraron Guillermo Hübeli, Ricardo Buffet, Buchard Griboldi, como viajeros del "Lord Reglan" (N. Del A.: Lord Raglan).

Los ocupantes de los dos barcos fueron alojados en una ladrillería y fábrica de tejas en el sur de la ciudad, adonde antes había una fábrica de Tejas a vapor.El día de nuestra llegada a Santa Fé fue el 3 de febrero del año 1856.(*)
((*)N. del A: El lugar donde estuvieron alojados en la ciudad de Santa Fe, es en la actualidad (año 2003) donde se encuentra el anfiteatro municipal de Santa Fe, al lado del Centro Cívico Gubernamental, frente al parque del sur, donde alguna vez estuvo la fábrica de tejas de Cervera).

Con nieve nos despedimos de nuestra vieja Europa, y con tormenta con rayos y truenos hemos entrado en Santa Fé, cayendo abundante lluvia que duró mucho pues al atardecer aclaró. Particular impresión nos hizo la cantidad de gente a nuestra llegada al puerto de Santa Fe. Lucieron vestidos de todos colores, en ponchos? Y chiripás, ver pantalones al corte europeo era algo raro, para decir la mitad de los habitantes vestían a la antigua.

Por los habitantes fuimos recibido muy bien, nos sirvieron duraznos, melones, higos y todo cuanto era posible. Referente a la ciudad a pesar de ser antigua, su estado no era tan primitivo. En las calles, durante tiempo seco había mucha tierra y arena, y en tiempo de lluvia mucho barro y pantanos. Cerca del Cabildo todavía existían ranchos de adobe con techos de paja.

Durante nuestra permanencia en nuestro rancho de tejas teníamos constante visita, nos ofrecieron caballos por andar, así hicimos nuestras primeras pruebas hípicas lo que a los Santafecinos les resultó muy divertido, yo monté por primera vez un caballo algo valiente, pero no me animaba a cabestriarlo, y así empezó a toda carrera por la ciudad, y en cada cuadra dobló por la esquina hasta que me volteó, por suerte había arena, varias veces monté de nuevo pero simpre con el mismo resultado, entonces tomé el caballo de las riendas y de a pié se lo devolvía al dueño, mas tarde me enseño un viejito como tengo que manejar el caballo, después fue mejor.

A nuestra llegada a Santa Fé había cinco franceses, de ellos tres hablaban en Alemán de nombre Bouvier, Paquet, Bondín, Stagne y Lomote. Lomote se instaló una panadería y fabricaba también el primer pan francés, y repartía el mismo en un canasto a sus clientes a la moda Europea.

Italianos había varios, principalmente Genoveses que eran tripulantes de barcos que después de su llegada se instalaron en ésta.

Después de nuestra parada de unos ocho días en la fábrica de tejas, fuimos trasladados a mediodía a una parte del conjunto a una colonia, mujeres y niños en carreta, y los hombres a pié. El mismo día después de dos horas llegamos a las afueras de la ciudad, desatamos los bueyes y nosotros hacíamos lo mismo, dormimos un sueño merecido en la pradera.

A la mañana siguiente se continuó el viaje. A eso de las nueve o diez horas nos ofrecieron dos o tres carretas también con familias del "Lord Reglan" que fueron alojados en una estanzuela. Eran las familias Huber, Nilva, Schneider, Adolfo Hess, Cut y Sprúngli, y así llegamos a mediodía al Río Salado, descargamos los carros, para trasladar nuestro equipaje por el Río Salado, esto se hizo en canoa que cabían solo tres personas, todo eso duró hasta la tarde, hasta que por fin la caravana reanudó su marcha.

Esto continuó toda la noche pasando despacio por un monte. A nosotros los hombres jóvenes nos hizo fastidioso, tomamos la huella de las carretas y seguimos marchando.

Eran nuestros seis nombres (sic), (N. Del A.: puede decir nombres como hombres) Yion Ulbrich, Rez, Yohabb Butist, Keller, y Roberto Zhender. Así seguimos marchando llegando bien a la madrugada.

A una buena distancia oímos expresiones y comando, a lo que ya les decia a mis compañeros, donde hay esto o aquello, pueden ser también personas, y seguimos adelante.

Tras poco tiempo al amanecer oíamos tocar una trompeta y al mismo tiempo un alegre concierto con aplausos, era "La Diana" en el Cantón Iriondo, el cual también alcanzamos a la salida del sol.

Nos colocamos en nuestro lugar, pero no entendíamos una sola palabra de lo que nos preguntaban y decían. Lo primero que hizo el Capitán Reies (N. Del A.: Reyes), ordenó entregarnos un medio costillar que estaba colgado a la sombra de un ombú, y prepararnos un buen asado, al cual le hicimos mucho honor después de nuestra larga marcha.

Era el primer asado preparado a la costumbre criolla, por fin a las dies horas, llegaron también las carretas con su carga a destino.

FIN

(Este relato es copia de las memorias de Roberto Zehnder)


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Ultima actualización: Septiembre 25, 2004 17:57